Un humilde servidor... como los de Sun
Araca, muchachada!
Bueno, supongo que era inevitable. Este post lo voy a dedicar a contarles sólo unas pocas anécdotas de mi vida noturna. Pofavó, tengan en cuenta que no soy el que era…. porque estoy sobrio.
Cagamos a trompadas al hombre araña: Vacaciones en San Bernardo. Noche que recien arranca, dos amigos míos con sus novias y un par de machacones mas, entre los que me contaba yo mismo, y en la calle se oye el hermoso sonido de la música del Trencito de la Alegría. Como es costumbre, Bátman y el hombre araña recorren al galope las veredas, instando a los niños y viejas señoronas a subir a tan divertido transporte. El pequeño problemita fue que al parecer el hombre araña gustaba de cachetear el upite de las damas, e hizo lo propio, en su carrera loca, con una de las novias de nuestro grupo de locos lindos. Para hacerla corta: zancadilla, golpe de rostro contra el suelo de espáiderman, y puñetazos y puntapieses a rolete sobre el desdichado superhéroe, al tiempo que en el mismo trencito, ante la horrorizada cara de las madres y abuelas, y ante el entusiasmo y algarabía general de los niños, un Papá Pitufo flaco y perjudicado gritaba “Sueltenlón, hijos de puta! Sueltenlón”. Pocas veces me reí tanto. Que me acuerde, claro está.
He creado un superhéroe: Recuerdan el Enano Paréid? Bueno. Mismo lugar, en verano, con el triple o cuádruple de alcohol, todos danzando al compás de músicas distintas, que provenían por supuesto de nuestros respectivos cerebros; de repente abrí el refrigerador y, poniéndome detrás de la puerta del mismo, empecé a gritar “Soy el Señor ‘Puerta del Freezer’, soy el señor Puerta del Freezer!!!”, lo cual fue celebrado por la muchachada toda. Nadie me vió después, cuando salí corriendo a toda velocidad, atravesé el fondo, toqué la medianera y regresé, feliz y con la satisfacción del deber cumplido, a la casa a apropiarme de otro birrín. Ah, que tiempos aquellos.
Una de Lanús: Cierto día, a unos amigotes tanto o mas rasbalados que yo se les ocurrió ir a mover el esqueleto a un sitio muy acogedor… para mayores de 35 años. Eso no hubiese sido problema si no hubiera sido porque 35 era precisamente la mitad de la edad de las damas concurrentes. Obviamente, muy aburridos, optamos por dedicarnos a la bebida, pues es sabido que el alcohol embellece hasta a un perro. Sí, debo confesarlo, éramos unos asquerosos. La cuestión es que, lejos de embellecer momias, el alcohol me produjo un efeto tal que salí, loquísimo, del mencionado lugar y me dirigí, probablemente bailando y saltando solo, pues es mi costumbre, hacia el auto que nos había llevado hasta allí. Al encontrarlo cerrado, como suele pasar con los autos de otros, me acosté a dormir. Resultado: El simpático muchacho que cuida los autos muñido de su trapito y su pechera naranja fue hasta la puerta del lugar a buscar a mis amigos, a los cuales les dijo :”Che, loco, tu amigo el gordo se murió”, lo cual como era de esperar causó mucha gracia a mis colegas borrachines. Cuando me desperté, luego de la cuarta patada en las costillas, noté que estaba lloviendo. Linda noche.
Otra de Lanús: Mi mejor amigo, al cual conozco desde hace 23 años maomeno, vive a unas 7 cuadras de aqueya boite que se enyamó Baires, y después cambió de nombre muchas veces. Cierto día salimos del sitio en cuestión a las 8 de la matina, o casi, con sendas señoritas que habíamos conocido en el lugar. Miré a mi amigo, él me miró, y sin saber por qué empezamos a cantar “Vamos a ver al mago, al mágico mago de Oz”, y fuimos saltando las 7 cuadras hasta su casa, tomados del brazo y sin dejar de entonar dicho tema musical. Ah, nunca supimos en qué lugar dejamos a las damas, pero habrán quedado de seguro atónitas ante el dantesco show.
Bueno, ya es bastante. He omitido apropósitamente las anépdotas mas escabrosas, y también las que no me enrecuerdo bien. Cualquier cosita, si me acuerdo de otra la posteo.
Se me cuidan y se lavan bien las patas.
Atte.